Me gustaría empezar esta entrada con un fragmento del pensamiento de José Luis Sampedro:
“Desde la primera infancia, nos enseñan lo que nos dicen las autoridades, los padres, la mayoría, el cura… Primero a creer, y luego a razonar sobre lo que hemos creído. No; la libertad de pensamiento es justo al revés, es primero a razonar y luego creer en lo que nos ha parecido bien de lo que razonamos. Si usted no tiene libertad de pensamiento la libertad de expresión no tiene ningún valor”.
Cuando empecé mi formación de Coaching me enseñaron a cuestionarme mis creencias, porque son las que al final guían tu vida. ¿Me ayudaban o eran más bien un lastre? Cogí una a una y me puse a pensarlas en frío.
1. ¿Esa creencia está basada en algo real?
Lo primero que pensé fue analizarla de manera objetiva, pensar si otra persona externa vería la misma realidad que yo. Si así era, era real; si no, era una interpretación mía y por tanto cuestionable.
2. ¿Me ayuda en la vida o me entorpece?
Después las metí en categorías: creencias potenciadoras o creencias limitantes. Las potenciadoras me animaban a seguir adelante, a luchar por mi sueños y a no hundirme en el fracaso. Las limitantes me retenían en mi zona de confort (donde yo no quería estar), me protegían a un nivel infantil y me impedían crecer y desarrollarme como persona.
3. ¿Quiero seguir pensando eso?
Las creencias son propiedad de cada uno. Nadie tiene más potestad sobre ellas que tú mismo. Si te ayuda seguir pensando eso, sigue, si no, siempre tienes la posibilidad de cambiarlas. Yo decidí cambiar algunas.
4. Practica tu nueva creencia.
Ponla en marcha y actúa pensando con tu nueva creencia. Si tienes que cambiar conductas, cámbialas. Si tienes que enfrentarte a cosas que antes no tenías porqué (salir de tu zona de confort), hazlo. Practica tu nueva creencia hasta que la integres totalmente.
Ésta es la manera de crecer y de desarrollarte personalmente. Deshazte de tus lastres y camina hacia la excelencia. Sólo tú eres el dueño de tu vida.
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