20 de diciembre de 2013

Cerrar etapas

"Cuando una puerta se cierra se abre una ventana".

¿Cuántas veces has escuchado eso?
Aunque nosotros no veamos más que la puerta que se cierra, hay más mundo, más caminos, más vida...

Pero no quiero hablar de eso, quiero hablar de cerrar puertas, cerrar etapas de nuestra vida. Porque sí, porque es natural y es sano hacerlo. Igual que cerramos la etapa de la infancia y la de la adolescencia, cerramos otras más etapas, aun sin darnos cuenta.

¿No te has sentido en ocasiones que estás en otra onda distinta al resto de gente que te rodea? ¿Incluso de tus mismos amigos? A veces pasa, cuando cambias de horizonte, que ves que no terminas de encajar en tu mundo. A mi me pasó cuando terminé la carrera. Dejé la etapa de "universitaria sin preocupaciones" y empecé la de "buscar trabajo". A veces ese cambio de etapas no es fácil de asumir, pero es natural que pasemos de una a otra, sólo hay que ir disfrutando del camino.

¿Significa eso que cerramos todas las puertas anteriores? No. Cada puerta nos ha llevado a la siguiente, cada etapa ha forjado quienes somos ahora mismo. No es que la puerta esté cerrada, es que la puerta está dentro de nosotros porque forma parte de nuestro pasado.

Yo hoy cierro una etapa, con mis respectivas emociones (agradables y no tan agradables). Y me alegro de tenerlas porque me confirman que he aprendido, que he madurado y que he crecido como persona.

Y no, no voy a cerrar esta puerta. Porque no hay puertas cerradas, sólo llaves, y nosotros somos los únicos que sabemos qué llave cierra y abre cada puerta.

Porque es nuestro mundo. Porque es nuestra vida.

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